Por cortesía del Museo Thyssen-Bornemisza hemos asistido a la presentación de «Caravaggio y los pintores del norte«, una exposición sobre la figura de Michelangelo Merisi Caravaggio y su influencia entre los pintores del norte de Europa que, fascinados por su pintura, difundieron su estilo.
En palabras de Guillermo Solana, director artístico del museo, han sido tres años de duro trabajo, esfuerzo y negociaciones para los prestamos que por fin ven su recompensa en esta magnífica exposición.
Prueba de la dificultad que ha supuesto este montaje expositivo para el Museo Thyssen-Bornemisza, es que la misma mañana de la presentación llegó desde Roma, Musei Capitolini «La buenaventura«, justo a tiempo para su colocación en la muestra.
Se exhibirán en total cincuenta y tres cuadros, doce de ellos del maestro lombardo, procedentes de colecciones privadas, museos e instituciones como el Metropolitan Museum de Nueva York («Los músicos«), la Galleria degli Uffizi de Florencia («El sacrificio de Isaac«), el Museo del Ermitage de San Petersburgo, el Rijksmuseum de Ámsterdam o la iglesia de San Pietro in Montorio en Roma.
El proyecto ha sido complicado, por lo que destacamos el éxito tanto del préstamo del Metropolitan de Nueva York de «Los músicos«, como el «Sacrificio de Isaac» de la Galería de los Uffizzi. De esta forma se han conseguido reunir un conjunto de sus primeras obras, fundamentales para entender la evolución y los cambios de estilo del pintor.
La exposición se organiza en varios ambientes diferenciados por el color de las paredes de los espacios y que recorren las primeras obras de Caravaggio, siguiendo por pintores llegados a Roma y extasiados por su estilo.
Las tres primeras salas se dedican a la obra de Caravaggio, exponiendo once de los doce que se han reunido. Estas salas abarcan trece años de su producción.
El primer testimonio coherente sobre la vida de Caravaggio apareció en los Países Bajos Septentrionales a través de Karel van Mander. En su obra sobre la historia, práctica y teoría del arte pictórico «Schilder-Boeck» nos ofrece un retrato certero de Caravaggio, donde le describía como alguien que nunca desaprovechaba la ocasión de hacer carrera, así como defensor de sus convicciones que no rehuía la controversia. Su visión de la pintura tenía que ver con la imitación y representación de la naturaleza. Para Caravaggio todo lo que no fuese pintar, copiar y hacer del natural eran bagatelas, fruslerías y nimiedades, sin importar de quién las hubiese pintado, pues no había nada mejor que imitar la naturaleza.
Van Mander nos ofrece también el lado oscuro del maestro, pendenciero, propenso a la riña, frecuentaba las tabernas y frontones de Roma. Deambulaba por la noche romana, con una espada al costado y un criado siempre detrás y rodeándose de los amigos equivocados. Cometió varios delitos, pero el más grave ocurrió en 1606, cuando hirió mortalmente a su rival, el pintor Ranuccio Tomassoni, y tuvo que huír de Roma.
De este año podemos ver su obra «San Francisco en meditación«, de la que nos sobrecoge el gesto del santo, que más que en meditación parece de un hondo arrepentimiento, como reflejo del estado anímico de Caravaggio.
Caravaggio fue admirado en su época, pero también objeto de violentos ataques. Sus detractores veían en su principio dal naturale, ya que no podía pintar sino tenía el modelo delante, una incapacidad para inventar, mal dominio de la composición y falta de jerarquía en sus modelos, ya que recurría una y otra vez a gitanas o las prostitutas que frecuentaba, lo que a juicio de sus detractores mostraba la inferioridad de su arte, y que han supuesto un obstáculo en la comprensión de su obra y sus seguidores, en su modernidad, en la riqueza de sus fuentes formales y la originalidad de sus invenciones iconográficas.
La obra de Caravaggio se enmarca en el rojo de sus salas, característico en su obra y como hilo conductor en la misma en sus togas y ropajes, aunque con el tiempo este rojo se fue oscureciendo. Las siguientes salas cambian a colores más neutros al entrar en el mundo de sus seguidores, grandes pintores quizás algo desconocidos en España, a pesar de ser grandes maestros como Rubens, y cuyo obra transmitió el legado de Caravaggio.
Finalizamos de nuevo con obra de Caravaggio, con un broche final, «El martirio de Santa Úrsula«, conocido como el último Caravaggio puesto que está fechado en el año a pocas semanas de su precoz fallecimiento; una obra inquietante, dónde podemos ver el proceso creativo del maestro en la construcción del claroscuro. En esta obra vemos zonas casi fantasmagóricas, como la flecha clavada y la sangre eyectada en el pecho de la Santa, y que sólo visible si el espectador se acerca lo suficiente a la obra, atraído por su extraño magnetismo. Caravaggio una vez más se autorretrata, sujetando una lanza en el momento en el que el rey de los hunos hiere con su flecha a la Santa.
En palabras del comisario Gert Jan van der Smarn podemos interpretar el conjunto de la exposición con una clave emocional transmitida por el color diferenciador de sus salas y las obras que las llenan, pudiendo sentir una atmósfera distinta entre la obra de Caravaggio y los pintores que siguieron su legado. Nos encontramos ante una prolífica y abrumadora producción pictórica de la que esta exposición es sólo una pequeña muestra y donde tenemos la oportunidad de ver verdaderas lecciones magistrales de pintura, tanto en el tratamiento pictórico como en los temas tratados.
El recorrido abarca el curso de la carrera de Caravaggio, desde el periodo romano hasta las pinturas oscuras de sus últimos años, junto a una selección de obras de sus más destacados seguidores en Holanda –Dirk van Baburen, Gerrit van Honthorst o Hendrick Ter Brugghen-, Flandes –Nicolas Régnier o Louis Finson– y Francia –Simon Vouet, Claude Vignon o Valentin de Boulogne, entre otros.
Durante sus primeros años en la ciudad de Roma, Caravaggio realiza cuadros que vende a través de marchantes por importes modestos. Se trata de escenas de género y naturalezas muertas con frutas y flores, una especialidad que trae consigo desde Lombardía. Con «Muchacho mordido por un lagarto» hacia 1593-1595 consigue asombrar a sus contemporáneos tanto por las cualidades miméticas del jarrón con flores, como por la expresión melodramática del joven. Sus representaciones de tipos populares de las calles de Roma, como «La buenaventura» de 1595-1596, llaman la atención de pintores y coleccionistas. El cardenal Francesco Maria del Monte, su primer benefactor, le ofrece alojamiento en el Palazzo Madama, donde pinta «Los músicos» de 1595-1596 y «Santa Catalina de Alejandría«. No se sabe a ciencia cierta cuando llegó a Roma, por lo que sus obras de esta época refieren dificultades para su autenticidad por los expertos.
En estas primeras salas destaca la evolución de su técnica, desde la paleta brillante y colorida del primero al marcado claroscuro del segundo. Su capacidad para dejar de lado las convenciones y abordar temas tradicionales con una sorprendente originalidad queda patente en «David con la cabeza de Goliat» hacia 1598-1599. Los años 1596 y 1597 marcan un punto de inflexión en su carrera gracias al encargo de dos lienzos para la Capilla Contarelli en la Iglesia de San Luis de los Franceses, «La vocación» y «El martirio de San Mateo«. Desde el momento en el que se muestran al público -durante el Jubileo de 1600- Caravaggio se convierte en el pintor más solicitado de Roma y se suceden los encargos tanto públicos como privados para clientes como Maffeo Barberini, futuro Papa Urbano VIII, para el que pinta «El sacrificio de Isaac» de 1603 o el banquero Ottavio Costa, que le encarga «San Juan Bautista en el desierto» de 1602.
A continuación podemos hacer un apasionante recorrido por pintores llegados del norte de Europa atraídos por el estilo de Caravaggio.
Así entre 1600 y 1630, se establecieron en Roma más de dos mil artistas de los cuales una tercera parte eran extranjeros. Los pintores del norte de Europa estaban dispuestos a seguir el estilo de Caravaggio, impulsados por dos motivos: la menor importancia del componente clásico en la tradición pictórica del norte y la facilidad para aplicar el estilo de Merisi fuera del contexto tradicional de un taller o una academia de dibujo.
En los Países Bajos y las regiones germánicas trabajar del natural, basándose en los motivos visibles a nuestro alrededor, era una costumbre muy arraigada. Esto establecía un vínculo con la forma de trabajar de Merisi, cuyo origen lombardo le predisponía a pintar ad vivum, un método que los pintores de formación clásica consideraban inadecuado porque suponía un obstáculo para alcanzar la perfección en el arte.
El arte de Caravaggio era atractivo para ellos, además de por la posibilidad de trabajar del natural, por el destacado uso de la luz, las sombras y el color.
En el siguiente espacio podemos ver obras de los primeros admiradores en Roma: Adam Elsheimer y Peter Paul Rubens.
El pintor alemán Adam Elsheimer y Peter Paul Rubens son los primeros pintores del norte de Europa que están en contacto con la obra de Caravaggio. La influencia de Caravaggio puede detectarse ya en el primer encargo oficial de Rubens en Roma: los retablos para la basílica de la Santa Cruz de Jerusalén.
Rubens incluye el tipo caravaggiesco en su «Cabeza de joven» de 1601, magnífico retrato que podemos ver en la muestra. Tras su regreso a Flandes, Rubens se inspira en varias ocasiones en los cuadros del italiano, como en la famosa copia libre del «Santo entierro» de la que se muestra aquí un maravilloso dibujo.
Artistas como Dirck van Baburen llegan a Roma y rápidamente encuentran mecenas y encargos. En la exposición podemos ver una de las obras más admiradas de su periodo romano «El entierro de Cristo» de 1617 para la decoración de de la capilla de Cosida en San Pietro in Montorio.
Conectamos aquí con la Escuela de pintura de Utrecht y Hendrick ter Brugghen, quien fue el primero de los pintores holandeses que, tras su estancia en Roma, regresó en 1614 a su país e introdujo los temas y fórmulas estilísticas de Caravaggio, adoptando su esquema compositivo con una paleta brillante, con sutiles gradaciones de color y esmero con el que pinta las arrugas de la piel, los pliegues y los tonos de los tocados o el reflejo de la luz en los objetos.
Pasamos después a la sala que reúne obras de artistas franceses que trabajaron en Roma entre 1610 y 1630, un colectivo especialmente interesante por su diversidad social y cultural. Podemos ver obra de Valentin de Boulogne, cuya manera de pintar del natural coincidía con su estilo de vida disoluto. Al igual que Caravaggio, realizaba grandes composiciones a base de pinceladas aplicadas directamente sobre el lienzo, sin estudios o dibujos preparatorios, lo que confiere a su obra frescura natural en la pincelada.
Entre los pintores extranjeros instalados en Nápoles e influidos por Caravaggio destacan dos: Louis Finson y Matthias Stom. Finson conoció en persona a Caravaggio, y Stom es el último de sus seguidores. Finson se establece en Nápoles en 1605, donde colabora con Abraham Vinck, pintor especializado en retratos. Se considera que Caravaggio debió de entablar amistad con ambos y cuando se marcha a Malta, en 1607, les confía dos de sus obras, «Judith y Holofernes» y «La Madonna del Rosario«. Los cuadros que ambos llevaron a sus países son las primeras y únicas obras originales de Caravaggio que pudieron verse en los Países Bajos.
Caravaggio, un maestro intrigante, por su obra que mezclaba grandes temas religiosos con gran dramatismo, a temas mundanos pero originales en la transmisión del dolor como «El sacamuelas«, sus personajes muchos de ellos autorretratos, o modelos de dudosa procedencia; su estilo, capaz de cambiar en pincelada, color… como por su vida, llena de altercados, disputas y un asesinato que marcó su destino.
Caravaggio y los pintores del norte
del 21 de junio al 18 de septiembre de 2016
de martes a viernes y domingos, de 10 a 19 horas; sábados, de 10 a 21.
Del 1 de Julio al 4 de septiembre: de martes a sábados, de 10 a 22 horas; domingos de 10 a 19.
Museo Thyssen-Bornemisza
Paseo del Prado, 8. 28014, Madrid
Más info: Caravaggio y los pintores del norte
Algunas imágenes de la exposición:
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